lunes, 15 de agosto de 2016

A Eslovaquia la mandaron a la "friend zone".

A ESLOVAQUIA LA MANDARON A LA "FRIEND ZONE".


Claro está que Eslovaquia no forma parte de los destinos más afamados de Europa cuando se trata de hacer turismo, de hecho a los ojos de la visión post moderna del “este - oeste” y “norte - sur”, Eslovaquia es un país del sureste de Europa no tan “desarrollado” como lo es el norte o el oeste. Actualmente es destino universitario, de segunda opción, de estudiantes de países aún más al este de Europa quienes quieren una mejor educación pero que no la pueden costear en Europa central en naciones tales como Alemania, Francia o Bélgica; por otro lado es destino turístico de personas de la tercera edad en busca de un verano más cálido o de estudiantes de intercambio con el fin de salir de fiesta a un precio más bajo, aunque Budapest en Hungría es la primera opción para fiestas económicas.

Pareciera que Eslovaquia es la segunda opción de todos aquellos que no pueden costear algo mejor, en pocas palabras la mandaron a la “friend zone”, de hecho me incluyo, mi plan era llegar a Viena, Austria, pero me resulto más económico volar a Bratislava que tomar un bus hasta Viena, al andar sin afán y en plan de tomarme el tiempo que sea necesario en mi paso por Europa, decidí pasar unos días en Eslovaquia solo porque quería ver que tal era Bratislava.

Mi primera impresión al llegar al aeropuerto fue bastante agradable, un aeropuerto con instalaciones modernas, de hecho mejor que las de Berlín, luego me enteré que estaba recién renovado, entonces mi comparación con los deteriorados aeropuertos de la post guerra en Berlín no tenía validez; del idioma no cogía ni terminales, por suerte la persona que me iba a hospedar ya me había dado las indicaciones de cómo proceder para tomar el transporte público a la ciudad.

Tan pronto dejamos el aeropuerto me sentí como en casa, Bratislava es ni más ni menos que como estar andando por las calles de Bogotá o de Cali, como buena capital, el ritmo apurado de la gente no se hace esperar, el trafico un poco caótico y edificaciones recientes erigidas luego de la segunda guerra mundial; para ser honesto esta sensación de desorden fue agradable para mí, personalmente soy fan de las pequeñas imperfecciones cuando de paisajes urbanos se trata, es bastante aburrido remitirse a esas villas alemanas en las que nada pasa por las calles, con casas de fachadas impecables y no hay ni siquiera un papel en el piso, lo único son las liebres y venados corriendo por las zonas verdes.

En una ciudad me gusta ver, además de belleza arquitectónica, un poco de caos y desorden, quizás por eso mi amor a Berlín, dichos rasgos son causados por la gente y la gente significa vida, movimiento, expresión, para eso están hechas las ciudades para estar habitadas por personas, para ver sonrisas, gritos, y caos en las calles, el desorden, la ira, la risa, la felicidad o la impaciencia son aspectos cotidianos los cuales nos muestran que estamos vivos, enseñan como por nuestras mentes pasan todo tipo de pensamientos con el fin de reaccionar ante cada situación.


Eslovaquia me sacó de la monótona perfección de la pequeña ciudad alemana donde vivo, me puso de nuevo los pies en la tierra para recordar que día a día hay personas en las calles en dirección a sus diferentes tareas como maestros, ejecutivos, estudiantes, meseros, barrenderos, gerentes o vendedores ambulantes, todos con una historia detrás, con familias por alimentar, relaciones por las cuales luchar o hijos que sacar adelante, cada uno lidiando con su propia carga o su propio demonio, como me lo dice mi consciencia todo el tiempo: “tantas personas y tantas historias”.