A ESLOVAQUIA LA MANDARON A LA "FRIEND
ZONE".
Claro está que
Eslovaquia no forma parte de los destinos más afamados de Europa cuando se
trata de hacer turismo, de hecho a los ojos de la visión post moderna del “este
- oeste” y “norte - sur”, Eslovaquia es un país del sureste de Europa no tan
“desarrollado” como lo es el norte o el oeste. Actualmente es destino
universitario, de segunda opción, de estudiantes de países aún más al este de
Europa quienes quieren una mejor educación pero que no la pueden costear en
Europa central en naciones tales como Alemania, Francia o Bélgica; por otro
lado es destino turístico de personas de la tercera edad en busca de un verano
más cálido o de estudiantes de intercambio con el fin de salir de fiesta a un
precio más bajo, aunque Budapest en Hungría es la primera opción para fiestas
económicas.
Pareciera que
Eslovaquia es la segunda opción de todos aquellos que no pueden costear algo
mejor, en pocas palabras la mandaron a la “friend zone”, de hecho me incluyo,
mi plan era llegar a Viena, Austria, pero me resulto más económico volar a
Bratislava que tomar un bus hasta Viena, al andar sin afán y en plan de tomarme
el tiempo que sea necesario en mi paso por Europa, decidí pasar unos días en
Eslovaquia solo porque quería ver que tal era Bratislava.
Mi primera
impresión al llegar al aeropuerto fue bastante agradable, un aeropuerto con
instalaciones modernas, de hecho mejor que las de Berlín, luego me enteré que
estaba recién renovado, entonces mi comparación con los deteriorados
aeropuertos de la post guerra en Berlín no tenía validez; del idioma no cogía
ni terminales, por suerte la persona que me iba a hospedar ya me había dado las
indicaciones de cómo proceder para tomar el transporte público a la ciudad.
Tan pronto
dejamos el aeropuerto me sentí como en casa, Bratislava es ni más ni menos que
como estar andando por las calles de Bogotá o de Cali, como buena capital, el
ritmo apurado de la gente no se hace esperar, el trafico un poco caótico y
edificaciones recientes erigidas luego de la segunda guerra mundial; para ser
honesto esta sensación de desorden fue agradable para mí, personalmente soy fan
de las pequeñas imperfecciones cuando de paisajes urbanos se trata, es bastante
aburrido remitirse a esas villas alemanas en las que nada pasa por las calles, con
casas de fachadas impecables y no hay ni siquiera un papel en el piso, lo único
son las liebres y venados corriendo por las zonas verdes.
En una ciudad me
gusta ver, además de belleza arquitectónica, un poco de caos y desorden, quizás
por eso mi amor a Berlín, dichos rasgos son causados por la gente y la gente
significa vida, movimiento, expresión, para eso están hechas las ciudades para
estar habitadas por personas, para ver sonrisas, gritos, y caos en las calles,
el desorden, la ira, la risa, la felicidad o la impaciencia son aspectos
cotidianos los cuales nos muestran que estamos vivos, enseñan como por nuestras
mentes pasan todo tipo de pensamientos con el fin de reaccionar ante cada
situación.
Eslovaquia me
sacó de la monótona perfección de la pequeña ciudad alemana donde vivo, me puso
de nuevo los pies en la tierra para recordar que día a día hay personas en las
calles en dirección a sus diferentes tareas como maestros, ejecutivos,
estudiantes, meseros, barrenderos, gerentes o vendedores ambulantes, todos con
una historia detrás, con familias por alimentar, relaciones por las cuales
luchar o hijos que sacar adelante, cada uno lidiando con su propia carga o su
propio demonio, como me lo dice mi consciencia todo el tiempo: “tantas personas
y tantas historias”.